La parábola del fariseo y el publicano enseña una de las verdades más profundas del evangelio: la salvación no se obtiene por méritos propios, sino por confiar en la justicia de Cristo. Esta enseñanza de Jesús nos confronta con nuestro orgullo y nos llama a una fe humilde y verdadera. A través de esta parábola, …

“Os digo que este descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.” (Lucas 18:14)


I. Contexto de la Parábola

Jesús dirige esta enseñanza “a unos que confiaban en sí mismos como justos y menospreciaban a los otros”. Esta actitud farisaica no es exclusiva del pasado: la religión superficial, basada en apariencias y autojustificación, está viva hoy.

La parábola no es meramente sobre la oración o la humildad; es una poderosa ilustración de la doctrina de la justificación por la fe, eje central del cristianismo bíblico.


II. La Justicia Fabricada (Lucas 18:11-12)

El fariseo se presenta ante Dios no con humildad, sino con una lista de méritos:

  • Ayuna dos veces por semana (cuando la ley solo requería una).

  • Da diezmos de todo lo que gana.

Pero su oración no es una expresión de adoración, sino un monólogo egocéntrico. Ora consigo mismo, se compara con otros y desprecia al publicano. Se jacta de no ser como los pecadores, pero no reconoce su propio pecado.

Este tipo de justicia es fabricada, falsa, llena de hipocresía. Como enseña Jesús en Mateo 23, son “sepulcros blanqueados”: bonitos por fuera, pero llenos de muerte por dentro.

Aplicación

Muchos hoy siguen este patrón: se justifican por sus obras, su moral, su religiosidad. Pero delante de Dios, ninguna justicia humana es suficiente (Romanos 10:3).


III. La Justicia Buscada (Lucas 18:13)

El publicano, por el contrario, se mantiene lejos, no alza los ojos, golpea su pecho y clama por misericordia. No presume. No compara. No presume logros. Solo reconoce su culpa y pide perdón.

Su oración: “Dios, sé propicio a mí, pecador”. Esa petición está cargada de peso teológico: alude al propiciatorio del Antiguo Testamento, donde se derramaba la sangre para el perdón de pecados. El publicano está clamando por una expiación real, por el sacrificio que aplaca la ira de Dios.

Aplicación

Hoy también hay quienes, como este hombre, reconocen su ruina espiritual. Y a ellos es a quienes Dios atiende (Salmo 34:18).


IV. La Justicia Concedida (Lucas 18:14)

Jesús declara que el publicano descendió a su casa justificado, no el fariseo. ¿Por qué? Porque la salvación no es por obras, sino por una justicia externa, legalmente imputada al pecador por la fe.

Esta es la doctrina de la justificación forense: Dios declara justo al pecador por los méritos de Cristo. Es una transferencia legal, donde nuestros pecados son puestos sobre Cristo, y su justicia es puesta sobre nosotros (Romanos 3:21-24).


V. Aplicaciones Prácticas

1. Reconoce quién eres

Mírate en el espejo de esta parábola. ¿Eres como el fariseo, confiando en tus obras? ¿O como el publicano, reconociendo tu pecado y clamando por misericordia?

2. Busca la justicia de Cristo

No hay otra justicia aceptable delante de Dios. Ni la moral, ni la religión, ni las buenas intenciones nos justifican. Solo Cristo salva.

3. Vive en esta justicia

El verdadero creyente no solo recibe la justicia de Cristo por fe, sino que vive en humildad, gratitud y dependencia diaria. El orgullo espiritual debe ser mortificado cada día.


Conclusión: ¡No te equivoques de justicia!

El mensaje de la parábola es claro: “Somos justificados no por confiar en nosotros mismos, sino por confiar humildemente en la justicia de Cristo.

Cuidado con celebrar antes de tiempo. No seas como el atleta que celebra antes de cruzar la meta. ¿Cuál justicia presentarás ante Dios? ¿La tuya, llena de méritos vacíos? ¿O la de Cristo, perfecta y suficiente?

“Jehová, justicia nuestra” (Jeremías 33:16)

Mira el mensaje completo en YouTube:

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