Jesús no vino al mundo simplemente para hacernos felices, prosperados o exitosos, como erróneamente promueven muchos discursos actuales. Él vino con una misión clara: anunciar las buenas nuevas a los pobres en espíritu, sanar a los quebrantados de corazón, proclamar libertad a los cautivos del pecado, dar vista a los ciegos espirituales, poner en libertad …

1. Jesús, el Mesías prometido

Jesús lee en la sinagoga de Nazaret el pasaje de Isaías 61, una profecía mesiánica. Con autoridad, declara: “Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros” (v.21). Al hacerlo, se identifica como el Ungido del Señor, el Cristo, el Mesías esperado por siglos. Esta afirmación causó rechazo, porque no cumplía con las expectativas humanas de un líder político o un libertador terrenal. Él no vino a traer un reino humano, sino uno eterno.


2. Buenas nuevas para los pobres (espirituales)

Jesús fue ungido para predicar el evangelio a los pobres. No se refiere a una pobreza material, sino espiritual. La palabra griega usada aquí para “pobres” es ptōchos, que describe a un mendigo desamparado. Jesús vino para quienes reconocen su bancarrota moral y espiritual. El evangelio no es para quienes creen merecerlo, sino para quienes, humillados, se acercan como mendigos clamando por gracia. Solo quien ha sido quebrantado por su pecado puede recibir la riqueza de la redención en Cristo.


3. Sanar a los quebrantados de corazón

El pecado deja heridas profundas. Jesús vino a sanar esos corazones rotos por la culpa, la pérdida, la rebeldía y el dolor. Bienaventurados los que lloran, dice Mateo 5:4, no por tristeza terrenal, sino por un llanto genuino de arrepentimiento. ¿Te has lamentado alguna vez por haber pecado contra Dios? Quien llora por su maldad hallará consuelo en la cruz de Cristo. Jesús cambia el lamento en danza (Salmo 30), no con emociones vacías, sino con el gozo de la reconciliación con Dios.


4. Libertad a los cautivos

Todos nacemos esclavos del pecado. Aunque muchos creen ser libres, solo hacen lo que su naturaleza pecaminosa les permite. Jesús vino a liberar verdaderamente: no solo de vicios, sino del poder del pecado y de la condenación eterna. Juan 8:34-36 nos recuerda que quien comete pecado es esclavo, pero si el Hijo los liberta, serán verdaderamente libres. Esa es la verdadera libertad que el evangelio ofrece.


5. Vista a los ciegos espirituales

El mundo está en tinieblas, cegado por Satanás para no ver la luz del evangelio (2 Corintios 4:4). Solo Dios puede dar luz al corazón. Jesús vino para abrir los ojos espirituales, para que los hombres vean su necesidad de redención y la gloria de Dios en el rostro de Cristo. ¿Ves hoy a Jesús como tu única esperanza? Si puedes verlo, es porque Él te ha dado vista.


6. Libertad para los oprimidos

El pecado oprime, agobia, enferma el alma. Los hombres buscan alivio en el mismo pecado, perpetuando su dolor. Jesús vino a liberar a los oprimidos con Su perdón, Su paz y Su poder. En Él hay verdadero descanso (Mateo 11:28-30). Muchos hoy están oprimidos por culpas, temores, adicciones o heridas del pasado. Cristo tiene el poder para liberar de toda carga y dar reposo al alma.


7. El año agradable del Señor

Jesús predicó el año agradable del Señor, una referencia al jubileo del Antiguo Testamento (Levítico 25), donde se perdonaban deudas y se liberaban esclavos. Él es el verdadero jubileo, el cumplimiento del favor de Dios. En Él hay perdón, redención, reconciliación, descanso eterno. Es tiempo de gracia. Hoy es el día de salvación.


8. ¿Cuál es tu respuesta?

Jesús ofrece descanso, perdón y libertad, pero este mensaje no es aceptado por todos. Muchos, como en Nazaret, se ofenden porque Jesús no llena sus expectativas terrenales. Sin embargo, quienes reconocen su miseria espiritual, su esclavitud, su necesidad de redención, hallan en Cristo todo lo que su alma necesita. ¿Eres tú uno de ellos?

Si nunca has experimentado ese quebranto por tu pecado, pide a Dios que te dé esa gracia. Y si ya has sido libre, vive como libre, proclama este evangelio, no lo calles. No somos vendedores, somos mensajeros. ¡Proclamemos la libertad que solo Cristo ofrece!


Conclusión: La mejor noticia para los peores pecadores

Jesús no vino a hacernos felices temporalmente, sino a salvarnos eternamente. Vino por los pobres en espíritu, por los quebrantados de corazón, por los ciegos, los oprimidos, los esclavos del pecado. Si reconoces que eso te describe, hay esperanza para ti. Jesús vino para salvarte. Cree, arrepiéntete, confía en Él. Y si ya eres libre, proclama con gozo esta buena noticia. ¡El año agradable del Señor ha llegado!

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